lunes, 15 de octubre de 2007

Ella Me suplanto (Adrian Valenzuela)


Ella me suplantó
* * *
ella me suplantó
plantó a varios en cabinas telefónicas
por una planta hermafrodita
de poderes hermafrodisiacos
esa maldita planta
es su maldito y dulce deseo
desfigura prototipos
revolcándose en aburridos intentos lesbios
* *
ella lava los platos al amor platónico
platonismos que dejan caras de platos
de repulsiva baba caída
feromonas invocan plebiscitos ovulatorios
aburrida de buscar iluminación experimental
ya no idealiza al amor llorón
ni siquiera a la crema de manos
ella solo quiere ser ella
ella se confiesa con su planta
todos los días antes de dormir
la mima suavemente en su espejo de baño
la visualiza escuchando su baladista favorito
la pasea cuando toda fiesta es banal
su planta suplanta todo amante
recordado como muñeco mero inflable
con excitante frivolidad de niña mala
su planta susurra versos perversos que nadie dice
le lanza miradas de cinismo enigmático
le toma la temperatura sin tocarla
la besa con bipolaridad
hace sentir su bipartición
ella se entrega a su secreto
sin pretender desnudarlo
deja correr su sangre
por una vertiente del lavamanos
jadeando en varias frecuencias moduladas
ella solo quiere ser ella
y ella también

Todas Ellas


Si ni siquiera las estrellas fijas son fijas,
¿cómo podéis decir que todo lo verdadero es verdadero?

Georg Lichtenberg

Ella prefiere los libros a la gente, eso pensaba al verla hojear algún viejo tomo empastado en cuero amarillo, mientras esquivaba la mirada del macho latino, camisa abierta, pelo en pecho, sabroso, que la intentaba hipnotizar con su cháchara juvenil. Encantador de serpientes experimentado, seguramente. Ella, fría como el hielo, dura roca, dejaba que la observara como quien mira los planetas que se fijan en el cielo y te sacan la lengua riéndose, como cargándote de que no puedes tocarlos. Yo, para distraerme, pensaba en mujeres. Me acordaba, por ejemplo, de la muchacha quinceañera que cada tanto me regalaba besos en el sótano del conocido centro juvenil y cultural, céntrico y vanguardista, de ciudad pequeña pero universitaria (escapados de la pontificia universidad luego de derramar cháchara larga), donde los baños unisex albergan poetas etílicos y canábicos, de esos que pueden ser fumados si los dejas expuestos mucho tiempo a los rayos del sol. Ella me pedía incesante que le regalara “Lolita” y yo respondía rápido y certero ¡sí! augurando un triunfal intercambio de fluidos que nunca llegó, aunque fueron muchos y buenos y bellos los besos que me entregó enguantada de colegiala en medio de salas semioscuras y vacías. También recordaba a otra niña, nombre de peluquera tenía, Dalila, hebrea ella, que partió a Israel con jugosa beca a buscar palabras secretas entre secretos libros con sus ojos serenos, su baja estatura, propia de una mujer de tan altas ideas, como venenito en frasco chico, condenada a una muerte rápida y pronta, tan pronta en este relato, pero más pronta en la triste vida. Y su apellido lleno de ges, de eses, de erres, de enes, un nombre tan de filosofa, tan de antología. Partió hacia su tierra prometida, partió y terminó partiéndose, terminó, no me atrevo a decirlo, no, no hay significante para tamaño significado!!! ¿Cómo terminó? Con los sesos desparramados en su suelo de los lamentos. Choque de auto. Llamo al mozo, estoy al borde del pánico, los recuerdos producen pánico, un café le digo, un café con leche, como si un café con leche me salvara de hundirme en un abismo que no tiene nombre, como si me sumergiera de noche en un ataúd de acero. Choque de auto. Yo me enteré un jueves a las doce del día. Sin embargo, sin embargo, sin embargo, aquí estoy cuidando tu sueño como un tigre rojo o un soldado de basalto, centinela en las avanzadas del mundo.



Los cuerpos de las mujeres que me he comido pasan desfilando ante mí mientras me cae en el pelo la ceniza del cigarrillo. El aroma a perfume, las más obscenas escenas regresan a mi propio cuerpo, olores infinitos se mezclan en el paseo que realizan las hembras que me fui comiendo desde que descubrí que la mujer puede ser devorada. Café con leche porque ya no uso la mano suave del caníbal, estoy ahora solo y sentado en el oscuro café mientras viene la noche a tentarme con un festín de dulces recuerdos. No la atiendo. No tengo hambre le digo. Y es que devoré a todas las mujeres que pude, un glotón universal, un apetito gargantuesco y antropófago. Las comí a todas, algunas lentamente, otras fueron devoradas rápidamente, pero todas me hicieron el mismo mal indigesto, me envenenaron de a poco, me envenenaron un poco, por mas delicado que fue cada mordisco con que las engullí. Me dejaron claveles y huesos tiempo después, cuando renacieron para ser devoradas por otros hombres, continuando así el ciclo de la vida, su ciclo del agua, nuestro ciclo digestivo tan particular. Me envenenaron todas, todas y cada una me envenenaron. Rompí las cartas de la primera de ellas, recién, hace unos pocos días. Tengo que limpiarme como un campo arrasado por el fuego.



También había otra, una amiga que intentó quitarse la vida y se rebanó los brazos como si fueran un fiambre. Más tarde intenté hacer lo mismo. La historia se repite decía Hegel, pero se le olvido agregar un detalle macabro, se repite como tragedia, primero, y después como farsa. Yo la consentía con el pan poético de mentirosos libros, aunque cambié también sus vendas y algodones, porque no solo de pan vive el hombre, mintiéndole acerca de la belleza y la esperanza con libros de Camus, del sentido del dolor con libros de Weil. Mintiendo y mintiendo sin parar. Para después cortarme, casi en chiste, yo mismo los brazos. Le mentí mucho y bien y por eso la tengo todavía a mi lado. Para eso me sirvieron los libros. Y es que para eso sirven. La bibliotecaria me gustó porque leía, a veces, en voz alta. Para mí ella era Wittgenstein. En mi hormonal pubertad, me quedaba turbado entre sus letras bien pronunciadas, su pelo negro de diva mala mujer, alevosa y malevosa, que dominaba ese espacio neutro amurallado de libros con el glamour de una vedette, una “madame” que administraba las bien letradas “señoritas”. Y solo mía. Porque claro, nadie quería esa biblioteca. Yo tampoco, yo sólo quería a mi librera de pronunciación perfecta. Hojas como plumas, letras como lentejuelas. Era mi “Gatita de Porcel”. ¿Cómo no ser mi Vedette? ¿Cómo no leyendo: “estoy ante un poeta. Hay muchas personas en la sala, pero no se les oye. Están en sus libros. A veces se mueven entre las hojas como hombres que duermen y se dan vueltas entre dos sueños...”? ¿Cómo no serlo? Entre mis sueños y sus sueños me regaló una visión de blanco algodón y bombachas, ¿cómo no serlo? Me regalo sus palabras y alguna mirada dulce, caricias inocentes que movieron algo entre mis piernas. La miraba mirar su libro y luego, solitario, me manchaba los bigotes con cerveza mientras mi inesbelta figura reposaba cetácea, ballenesca, como un cachalote bonsái alcoholizado en la playa de los bares, en un barcito de esos que cada esquina contiene como mínimos ateneos. Ella miraba el libro viejo y no al mancebo muchacho, sabroso, juvenil, con esa galante cháchara. Y yo, mirando al libro, la miraba a ella. Así comenzó esto que no es mas que un paseo febril por cosas que pasaron hace poco y que todavía hoy me dejan alguna que otra nota sobre la cama, en especial avisándome que dormiré solo esta noche. Una introducción a la teoría de las catástrofes, de eso se trata el asunto, porque todas ellas me envenenaron, todas ellas, condenándome a mirar el paisaje desde la ventana de una cocina, de un café, de un micro, de donde sea, siempre hay ventanas para que pueda mirar la vida, paradoja graciosa e inmunda, la vida se las arregla para que sea un espectador. Si me encadeno a algo moriré libre, pienso. Y termino el café y sigo hablándome a mí mismo, sin pensar en lo que dijeron los ojos que me hablaban, por que mi preocupación no es morir, sino atarme a las cosas que amo hasta que me engangrene (luego, claro, me cortaran como un miembro podrido). Terminaré en la baldosa impoluta del quirófano como una morcilla, un trocito amoratado de sangre gastada.



Todas ellas me envenenaron, todas ellas.

Seis Variaciones para Piano


Seis Variaciones para Piano

“Escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura”T. S. Monk

Pornografía. (Primer Movimiento)

“Cómo poder cubrirse de lo que nunca se oculta?”
Heraclito

Se ha cometido extraño acto…

Una constelación de signos se ha convertido
en el pentagrama
(y en nuestras vulgares notas musicales),
en una línea.

Solo la velocidad convierte los puntos en líneas
Ejecutemos la vida a toda velocidad

Una
Ondulación
Comprimida

Que atropella el espacio
Meciendo
Removiendo el aire
Un proyectil, ruidoso, infinito y eterno.

Como hacer música con un martillo?
Preguntémosle al piano
O mantengamos los oídos clavados al suelo

Las notas ordenadas en el aire
Nada tienen mas que decir
Nos mostraron todo
Y se retiran silentes
Llenas de vergüenza.

La maquina de palabras. (Segundo Movimiento)

Un poema es una maquina de palabras
O una cajita musical.

Una mujer es una maquina de palabras
O una cajita de secretos

Nací en una casa llena de libros
Y me crié encerrado en bibliotecas
Todo amurallado por ladrillos de papel
Todo rodeado pos letras negras
Cifrados infinitos, llenos de enigmas.

(Enigma, era una maquina criptografíca,
Enigma es todo aquello que nos dice, un indicio,
de que hay algo mas)

Para niños con infancias de postal

Cuando abrimos un piano encontramos sus tripas
Una maraña de cuerdas y martillos
Pistones y corazones
Una sistema nervioso que funciona a percusión

La madrugada de colores pastel ya no me conmueve
Por que se que el piano vibra a martillazos
Sobre sus nervios

Y las palabras
De mi maquina de palabras,
Mi cajita de secretos, nunca buscaran ser menos que un piano


Leur plaisir sans moi. (Tercer Movimiento)


« (cuando pensó en ello después, decidió que, desde luego, hubiera debido sorprenderla mucho, pero en aquel momento le pareció lo mas natural del mundo).”
Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll

Algo tiene que pasar, ¿no?
La tierra gira, se gasta
Achatada en los polos
Abultada en el ecuador.

Por que el miedo más terrible es…. esa ilusión del fin, o se abismo de lo infinito
El vértigo maldito
De sentir
Que el gran final, o lo eterno
Llegaran un día por la espalda, y nada mas cambiara jamas.
Y entonces, sin flores para nadie,
Comienza el resto de nuestras vidas…..

Percibir una Imagen. ( Cuarto Movimiento)

Hay un piano
Entre los libros de mi biblioteca….
Los reglones en un libro me recuerdan escaleras,
Las letras, notas esparcidas en un pentagrama,
(escaleras musicales)
teclas
teclas blancas
teclas negras
como la tinta sobre el papel
notas
blancas
negras
pongo el piano entre dos libros, lo aplasto,
lo entierro en la biblioteca

mi piano me mira
me dice que tiene notas, y cuerdas y martillos atascados dentro suyo
que quieren salir

podría.... abrirlo como un libro…
Mi maquina de música

Saltos mortales en el espacio vacío. (Quinto Movimiento)

(variación)
cuando escribo… me siento delante de un piano
un piano pequeño
una maquina de escribir
con un espejo delante de ella
una maquina de imágenes
que dibuja mis palabras de forma virtual

mis palabras
son líneas de fuga, son pequeñas puertas,
como las que conoció Alicia
que llevan
a pequeños paisajes
que conozco

Los paisajes
no son muy distintos de mi,
ninguno supera el metro setenta…
ni de alto, ni de largo,
ni en volumen, ni en densidad

mis mundos se mueven
cuando yo les ordeno que se muevan:
soy para ellos
la gravedad.

Mis Mesetas. (Sexto Movimiento)

(Ella es mi piano
Y solo hay dos o tres cosas que se sobre ella)

Nómada, exploro mis paisajes mínimos.

Los paisajes,
explorando los paisajes
Que se dibujan
En las notas del papel
Como un piano encerrado entre libros
Miles de cuerdas
De maravillosos nervios
Sembrados
Tejen
La hoja, manchada de tinta.

Manchada dibuja un paisaje
No cualquier paisaje
Si no mi paisaje
Y esta n ahí, y aquí,
Imperceptibles.
De una geografía extraña, transparente,

En ellos me avergüenzo
me siento denudo y primitivo….
Pero solo así estoy ahí, solo así (solo ahí)….
solo así pueden ser

Ellos dibujan mi piano
En esa extraña geometría, esa extraña geografía, están ahí.
Sin ser vistos
Plantados al azar,
Como por el viento que transporta semillas,
Y del que nadie habla.

Los Vientos Alicios


Los Vientos Alicios

“«Si hubiera crecido», se dijo a sí misma, «hubiera sido un niño terriblemente feo, pero como cerdito me parece precioso». Y empezó a pensar en otros niños que ella conocía y a los que les sentaría muy bien convertirse en cerditos.”
Lewis Carrol, Alicia en el País de las Maravillas.

1. Alicia era ella pero también, a veces, era yo.

Nuevo fracaso... Alicia olvido unas cuantas cosas atrás del espejo
No solo su inocencia de niña
(Y no hablamos de su himen, sino de la otra inocencia)
todo un otoño para contar tan poco... no fue una perdida, pero si una mala inversión , de tiempo (“Y esta vez desapareció despacito, con mucha suavidad, empezando por la punta de la cola y terminando por la sonrisa, que permaneció un rato allí, cuando el resto del Gato ya había desaparecido.”), ahora cansado, exhausto, triste, bastante triste....
Cuando se acaba mi ser, solo mis colores, atacándome como miles de gatos
mirarme en ese espejo algún día…
Y solo cuando no me encuentre estaré ahí… como Alicia.

Como el cuerpo de ese gato
Que sonreía desde lo alto,
dando preguntas, dando respuestas, a la pequeña Alicia, que insomne,
dejaba y recibía notas en papeles rosa, declarándome su insomnio, puestas estratégicamente,
para invitarme al silencio, eso tan sagrado que nos gustaba compartir. Pero eso se termino con el otoño y cayo violento, suicida como las hojas marrones...

En alguna forma… ya me acostumbre
También te tocara a ti acostumbrarte(Ahora Alicia se alegró de que no
hubiera nadie escuchando, porque esta palabras no le sonaban del todo bien.)
(Alicia, la buena de Alicia, siempre se me cuela entre las líneas)

Alicia olvido unas cuantas cosas atrás del espejo
No solo su inocencia de niña
(Y no hablamos de su himen, sino de la otra inocencia)
Que poco cuidado se tienen lo niños últimamente, la dejan tirada en cualquier lado
(La infancia es frugalidad, salvaje fragilidad)
Y de pronto se pierde
Como el cuerpo de ese gato
Que sonreía desde lo alto, todo boca y nada cuerpo, a la pequeña Alicia
“Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de
aquí?
--Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar --dijo el Gato.
--No me importa mucho el sitio... --dijo Alicia.
--Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes --dijo el Gato.”


2. Aventuras y desventuras de la ingeniosa hidalga Alicia

Quizás con un poco de suerte
los niños aprenderán a ser más cuidadosos con su inocencia
y no olvidarla por los rincones... “esta vez desapareció despacito, con mucha suavidad, empezando por la punta de la cola y terminando por la sonrisa, que permaneció un rato allí...”
Cuando comes un chocolate
Y dejas despacio
Que tus dedos rompan el papel
Y escuchabas el sonido del sutil arrugado te repetías, como un mantra: “ «¿Comen murciélagos los gatos? ¿Comen murciélagos los gatos?» Y a veces: «¿Comen gatos los murciélagos?» Porque, como no sabía contestar a ninguna de las dos preguntas, no importaba mucho cual de las dos se formulara.”. Luego comías con la boca abierta y te ensuciabas...

(La pobre Alicia decapitada
Llora pidiendo un pedazo
Pero se olvida de dejar cerrada
La puerta de atrás del espejo.)

Los muros no están vacíos, como yo bien quisiera, sino llenos de ladrillos de recuerdos, pegados con el mortero del olvido.
Ordenados como un archivo,
siniestra biblioteca, (Ahora Alicia se alegró de que no
hubiera nadie escuchando, porque esta palabra no le sonaba del todo bien.)
por eso es en el espejo
(Congelada/ Inmóvil/ Detenida)
Es el lugar donde se esconde Alicia (- Ya no eres una niña - te dijeron - ya no hay fragilidad para ti
Por eso ahora quieres demolerlo todo). Tu mayor objetivo es la fragilidad extendida como un manto. Sobre las cenizas de todos tus fuegos, sobre los restos de todos tus incendios.

Y donde me invita tentándome, con sus ojos de piedra (tan congelados/ Inmóviles/ Detenidos)
Llenos de desorden: recuerdos amontonados en el fondo
de un sótano oscuro y relativamente húmedo.
Todas las Alicias (Todas mis Alicias)
Tiene los mismo ojitos de piedra (Escondes bajo tu boca: lo que yo espero para suturar el corazón
La aguja y el hilo quirúrgico
¿Cuantos puntos dejaras?)

como dos universos… tendemos a la catástrofe…

3. Caminado con Alicia por un parque, es otoño.

“--¿Por favor, podría usted decirme --preguntó Alicia con timidez, pues no estaba demasiado segura de que fuera correcto por su parte empezar ella la conversación-- por qué sonríe su gato de esa manera?”

Mis paisajes interiores me muestran un paseante solitario, pena andante como cabalgando entre un mundo y otro sin distinguir entre un mundo y otro, aunque mi bella compañera, mujer caucásica joven, ojos y cabellos claros, edad mediana, armoniosas proporciones, peso en correcta relación a su estatura, de astrológico signo ignorado
podría robar toda la atención del mundo.... Aun así, paseo solitario (pero en compañía de una mujer), un paseo interminable.
Sus límites son los límites del mundo “... tuvo un ligero sobresalto al ver que el Gato de Cheshire estaba sentado en la rama de un árbol muy próximo a ella.
El Gato, cuando vio a Alicia, se limitó a sonreír. Parecía tener buen carácter, pero también
tenía unas uñas muy largas Y muchísimos dientes, de modo que sería mejor tratarlo con
respeto.” .
siempre hablo de mi y no de mi caucásica compañera que entre otoñales árboles que me mira como queriendo saber que estoy pensando, y yo pienso y me muero,
y me muero de sed y de ser y de no ser y de estar y de no poderme perder en sus ojos claros que por alguna extraña afinidad, seguramente debido al verde, me recuerdan tanto al musgo de polvo que trepa por los árboles:
Quisiera tocarla y al tocarla quemarme las manos…

Si me encadeno a algo moriré libre, pienso, y sigo caminando sin pensar en lo que dijeron los ojos que me hablaban, por que mi preocupación es no morir, es la ansiedad es atarme a las cosas que amo hasta que me engangrene o me dejen cicatrices.... “--Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca --protestó Alicia.
--Oh, eso no lo puedes evitar --repuso el Gato--. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco.
Tú estás loca.
--¿Cómo sabes que yo estoy loca? --preguntó Alicia.
--Tienes que estarlo -- afirmó el Gato--, o no habrías venido aquí.”
camine por un bosque triste y amarillo de otoño, con sus troncos verdes cubiertos de ese polvoso musgo,
nada me puede perturbar, nada me puede, en este paisaje de misantropía, amarillo en el piso, verde en el tronco, las marejadas de otoño. Nada me puede perturbar, solo mis paisajes interiores que me muestran un paseante solitario, pena andante como cabalgando entre un mundo y otro sin distinguir entre un mundo y otro, aunque mi bella compañera, mujer caucásica joven, ojos y cabellos claros, edad mediana, armoniosas proporciones, peso en correcta relación a su estatura, de astrológico signo ignorado
podría robar toda la atención del mundo....

Nunca llegar en el momento preciso, un momento impreciso perpetuo, el momento donde la vida me invita a sentarme a su mesa en la gran cena, que si bien no ha comenzado, ya termino...

4. Consecuencias de Alicia

“--¡Vaya! --se dijo Alicia--. He visto muchísimas veces un gato sin sonrisa, ¡pero una sonrisa
sin gato! ¡Es la cosa más rara que he visto en toda mi vida!”


La carencia creciente va permitiendo
Que como un musgo grisáceo
Crezca bajo mis ojos las espesas mareas
De colores tristes (el Gato no hizo más que ensanchar su sonrisa, por lo que
Alicia decidió que sí le gustaba).
Las pésimas tendencias a desaparecer que me esperan fuera
Como con un saludo marcial.